Laura Vicuña
Laura Carmen Vicuña nació en Santiago (Chile) en el 1891. Muerto el padre de manera repentina, la madre se refugió con las dos hijas en Argentina. En el 1900 Laura fue acogida en el colegio de las Hijas de Mª Auxiliadora en Junín de los Andes. Al año siguiente hizo su primera comunión y, como Santo Domingo Savio, hizo los siguientes propósitos: amar a Dios con todo su ser, mortificarse y morir antes que pecar; hacer conocer a Jesús y reparar las ofensas.
Después de haber intuido que la madre vivía en una situación de pecado se ofreció al Señor por su conversión.
Su primer biógrafo, Don Crestanello, señala: “Laura sufría en el secreto de su corazón… Un día decidió ofrecer su vida y aceptar con gusto la muerte, a cambio de la salvación de su madre. Me rogó que bendijera su ardiente deseo. Yo estuve perplejo largo tiempo”.
Acentuó la ascesis y, con el consentimiento del confesor, abrazó con votos privados los consejos evangélicos. Debilitada por los sacrificios y la enfermedad, murió en Junín de los Andes (Argentina) el 22 de enero de 1904.
En la última noche dijo: “¡Mamá, yo muero!. Lo he pedido a Jesús desde hace tiempo ofreciéndole mi vida por ti, para obtener tu retorno a Dios… Mamá, antes de mi muerte ¿no tendré la alegría de verte arrepentida?”. En el día del funeral de Laura la madre vuelve a los sacramentos e inicia una nueva vida. Sus restos están en la Capilla de las Hijas de Mª Auxiliadora en Bahía Blanca (Argentina).
El 3 de septiembre de 1988, en la Colina de las Bienaventuranzas Juveniles, con la presencia de miles de jóvenes participantes en el Confronto ’88, el Papa Juan Pablo II la beatificó y la propuso a los jóvenes como modelo de coherencia evangélica llevada hasta la entrega del don de la vida, por una misión de salvación. La memoria litúrgica se celebra el 22 de enero.