Sor Eusebia Palomino
Humildad, alegría, piedad, prudencia. Claves sencillas pero angulares para lograr la santidad. Son las que vivió Eusebia Palomino, Hija de María Auxiliadora, llamada “la perla de la Iglesia española”.
Eusebia nació en Cantalpino (Salamanca, España), el 15 de diciembre de 1899 y murió el 10 de febrero de 1935, en Valverde del Camino (Huelva, España).
Eusebia vivió una intensa vida religiosa desde la humildad y la entregada a los más pobres. Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por la pobreza.
Nacida en el seno de una familia sin recursos (a veces debían salir a mendigar el pan) pero de profundos valores cristianos, Eusebia vivió su primera comunión con un fervor inusitado en tan pequeña edad. En el verano de 1912, Eusebia se muda a Salamanca como niñera en casa de una familia muy cristiana. En esa ciudad castellana, plagada de conventos, comenzó a inclinarse por la vida religiosa. Más tarde, trabajó como sirvienta en el asilo San Rafael, para ancianos pobres y abandonados.
Una misteriosa amiga ocasional la invita a participar del oratorio festivo que las Hijas de María Auxiliadora animaban en la ciudad. Eusebia termina trabajando en el colegio, ayudando en los trabajos de la casa y acompañando a las normalistas a la escuela estatal. En ese tiempo, entre los 17 y los 22 años, Eusebia sintió el llamado a la vida religiosa de carisma salesiano, pero le preocupaba que su falta de recursos económicos fuera un obstáculo en su vocación. Todos los sentimientos de esa época de su vida quedaron registrados por su directora, Carmen Moreno, quien tomó nota de los ricos relatos de Eusebia.
La habitación que ocupó Eusebia en el Colegio de Salamanca, desde 1917 a 1922. es ahora un museo dedicado a su memoria.
Profesó en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en 1924.
Ya profesa. Trabajó en los servicios de la casa y en la pastoral juvenil. Fue en ese colegio María Auxiliadora de Valverde del Camino donde esparció el aroma de su santidad y de su espíritu salesiano, repartiendo a todos su ejemplo de sencillez, humildad, alegría y servicio.
Aprovechaba todos los momentos y espacios, especialmente el Oratorio, para enseñar a las niñas del colegio las virtudes cristianas y, especialmente, que la verdadera sabiduría es la paz y unión con Dios.
Su piedad fue una de sus características salientes. Solía rezar el Rosario de las Santas Llagas, el Vía Crucis y pasaba largas horas ante el Sagrario, haciendo compañía al Señor o, como ella le llamaba, “el Prisionero del Amor”. Además, insistía en la necesidad de confesarse y comulgar frecuentemente.
Con 30 años, cuando llegó a la comunidad de Valverde del Camino (Huelva), predijo: “Habrá mártires”. Ella misma se ofreció como víctima por la salvación de España. “Ahora el rey tendrá que marcharse. Pero volverá y se llamará Juan Carlos”. La historia, medio siglo después, le dará la razón. El 10 de febrero de 1935, murió con tan sólo 36 años. El 17 de diciembre de 1996, el Papa Juan Pablo II reconoció oficialmente las virtudes heroicas de Eusebia y la declaró venerable. El 20 de diciembre de 2003 Su Santidad promulgó el decreto que reconoce como válido un milagro hecho por intercesión de la religiosa y que le abrió las puertas a la beatificación.
El milagro en cuestión es muy singular: el tiempo récord y humanamente imposible en que un pintor realizó un retrato de Eusebia.